"Un hombre llamó a la puerta del rey y le dijo, Dame un barco (...) Y tú para qué quieres un barco, si puede saberse, fue lo que el rey preguntó (...) Para buscar la isla desconocida, respondió el hombre. Qué isla desconocida, preguntó el rey (...) Hombre, ya no hay islas desconocidas, Quién te ha dicho, rey, que ya no hay islas desconocidas, Están todas en los mapas, En los mapas están sólo las islas conocidas. Y qué isla desconocida es esa que tú buscas, Si te lo pudiese decir, entonces no sería desconocida. (...) Y has venido aquí para pedirme un barco, Sí, vine aquí para pedirte un barco, Y tú quién eres para que yo te lo dé, Y tú quién eres para no dármelo, Soy el rey de este reino y los barcos me pertenecen todos, Más les pertenecerás tú a ellos que ellos a tí (...) tú sin ellos nada eres, y ellos sin tí, pueden navegar siempre (...) Vas al muelle, preguntas por el capitán del puerto, le dices que te mando yo, y él que te dé el barco, llevas mi tarjeta. (...)
El capitán vino, leyó la tarjeta, miró al hombre de arriba abajo y le hizo la pregunta que al rey no se le había ocurrido, Sabes navegar, tienes carné de navegación, a lo que el hombre respondió, Aprenderé en el mar. El capitán dijo, No te lo aconsejo, capitán soy yo y no me atrevo con cualquier barco. Dame entonces uno con el que pueda atreverme (...) dame un barco que yo respete y que pueda respetarme a mí. Ese lenguaje es de marinero, pero tú no eres marinero. Si tengo el lenguaje, es como si lo fuese. (...) Para qué quieres el barco, Para ir en busca de la isla desconocida. Ya no hay islas desconocidas. (...) Es extraño que tú, siendo hombre de mar, me digas eso, que ya no hay islas desconocidas, hombre de tierra soy yo, y no ignoro que todas las islas, incluso las conocidas, son desconocidas mientras no desembarcamos en ellas. Pero tú, si bien entiendo, vas en busca de una donde nadie haya desembarcado nunca, Lo sabré cuando llegue, Si llegas, Sí, a veces se naufraga en el camino, pero si tal me ocurre, deberás escribir en los anales del puerto que el punto adonde llegué fue ese. Quieres decir que llegar, se llega siempre. No serías quien eres si no lo supieses ya. (...) Voy a darte la embarcación que te conviene(...)
Siempre tuve la idea de que para la navegación sólo hay dos maestros verdaderos, uno es el mar, el otro es el barco. Y el cielo, te olvidas del cielo, Sí, claro, el cielo, Los vientos, Las nubes, El cielo, Sí, el cielo..."
(José Saramago; trad. Pilar del Río, 1998 Santillana Ed.)
Bienvenidos a bordo del Perpetuum Mobile!
Aquellos que aún creéis en las islas desconocidas y que a navegar se aprende navegando, tenéis pasaje gratuito, cama y comida en este navío en travesía perpetua por mares no siempre en calma... Daos prisa, zarpamos con la marea...
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