Ya dice el adagio popular que segundas partes nunca fueron buenas, a pesar de que el señor Francis Ford Coppola se encargó de revatirlo brillantemente con sus "Padrinos" 2 y 3.
Pero fabricarle un remake a Billy Wilder necesita de una más que admirable dosis de osadía, casi de inconsciencia, diría yo... Muchas veces me he preguntado qué razón puede impulsar a alguien a tomar una obra maestra del cine y pasarla por una especie de "lifting" del que sale llena de colores y vacía de alma. Entonces recuerdo la expresión de pánico de la gran mayoría de mis alumnos de guión cuando en la pantalla de vídeo aparecía una secuencia de "Casablanca" o "Qué bello es vivir" para analizar... incluso alguno pronunciaba, con temblorosa voz, con creciente incredulidad, con risilla entrecortada, la siguiente frase: " Je, je... no será en blanco y negro..."
Se ve que el blanco y negro, en lugar de un recurso estético de indudables valores, es algo así como un desagradable muro de hormigón, detrás del cual pueden ocultarse grandes historias admirablemente narradas, personajes de carne, hueso y sangre caliente galopando por las venas y emocionantes interpretaciones. Pero el muro es totalmente insalvable para muchos. Y es necesario cambiarlo por un tornasolado papel de caramelo.
Eso no me parece mal, pero... ¿Por qué al cambiar el envoltorio desaparece la esencia?
La inconsciente osadía de la que antes hablaba debió embargar a Sydney Pollack cuando decidió rodar "Sabrina y sus amores" y poner en el papel de Audrey Hepburn a Julia Ormond, haciéndonos disfrutar con ello de una de sus legendarias actuaciones inspiradas en el "Extasis de Santa Teresa" de Bernini. (Francamente, la escultura está mejor.)
Dándole vueltas a por qué el guión de una es un prodigio de elegancia, diversión, estructura y claridad, y el remake no tiene nada que envidiar a un buen Estrenos TV, narrando ambos idéntica historia, mi modesta opinión es que el secreto está en LAS SITUACIONES: La Sabrina de Billy Wilder ofrece situaciones siempre originales, en ocasiones delirantes, en las que los gags se encadenan fluidamente y los personajes se dan a conocer por lo que dicen, pero sobre todo por lo que hacen... en la "nueva Sabrina" todo eso simplemente ha desaparecido... las situaciones son planas, coherentes, convincentes, situaciones que cualquiera de nosotros podría vivir en un determinado momento, exentas de magia... Y para muestra simplemente la escena final, en la que Linus va a buscar a Sabrina: En la original, Sabrina le ha estado arreglando durante toda la película el sombrero al viejo insensible de Linus (Humprey Bogart) para hacerle parecer menos serio... Antes de su reencuentro a bordo del transatlántico en el que la chica huye, Linus envía a un pasajero que le entrega el sombrero mientras le dice: "Hay ahí un caballero que pide que le arregle el ala del sombrero..."
En la versión remasterizada, Linus se monta en el Concorde y en el portal de la chica le dice cosas tan originales como " Te quiero... te necesito... etc." En fin, lo más probable es que el problema sea mío, y que mi debilidad por Billy Wilder y su increíble talento me lleve a la urticaria cuando veo que se desgracian sus guiones... pero es que él me regaló hace años un Agosto de encendidas tardes y noches plateadas en el Cine Doré, a veces bajo las estrellas eléctricas de la sala 1 y a veces bajo las un tanto apagadas del cielo de Madrid, en la sala 2... un verano por muchas razones inolvidable. Y estoy en deuda. "Isn't it romantic?"
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